La palabra del padre Julio Cura. Buen domingo familia. Nuevamente el evangelio de Juan, nos dice lo inefable con imágenes sencillas, que hasta los pequeños pueden entender. El domingo pasado Juan nos habló de la ternura del amor de Jesús con la imagen del pastor.

Hoy, describe la comunión existente entre Cristo y nosotros con la imagen de la unidad entre la vid y los gajos: Yo soy la vid, ustedes los gajos... El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto. Jesús aquí no recurre a parábolas ni alegorías. Jesús no dice: soy como la vid, sino soy la vid y ustedes los gajos.

Rescatando la tradición bíblica y la predicación de los profetas, Jesús se autodefine como la vid, por quien todos tenemos vida. Por eso, para ser discípulo de Jesús, no basta sólo escuchar la Palabra y conocer sus enseñanzas, sino estar unidos firmemente con él, como los gajos al tronco, a la savia, con una estrecha relación de amor, con un compromiso radical de vida que Jesús llama permanecer, hasta poder decir como san Pablo: vivo yo, pero es Cristo quien vive en mí.

Y éste permanecer unidos a Cristo es la condición indispensable para tener vida y producir fruto.

Pero para ser fecundos, debemos dejarnos podar por el Padre de la vid despojándonos de egoísmos, ruidos, miedos, pensamientos negativos, y poder así aceptar el desafío que nos propone Jesús: producir frutos en este tiempo concreto en que la pandemia nos priva del abrazo, del beso, la caricia, el apretón de manos, el compartir cercano con afectos y vínculos. ¿Qué frutos se nos pide? De cercanía, de escucha, de acompañamiento, de consolación, de solidaridad, de mucha oración, es decir, gestos generadores de esperanza y confianza en la vida. Se lo pedimos con fe al dueño de la viña, a quien sea la gloria y la alabanza. En el nombre del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.