Durante la audiencia general, celebrada hoy, en la Plaza de San Pedro, continuando con su catequesis semanal sobre el libro de los Hechos de los Apóstoles, centró su meditación en el tema: “El instrumento que elegí para mí”.

“A partir del episodio de la lapidación de Esteban -dijo a las 20.000 personas presentes en la Plaza de San Pedro- aparece una figura que, junto a la de Pedro, es la más presente e incisiva en los Hechos de los Apóstoles: la de “un joven llamado Saulo”. Se describe al principio como alguien que aprueba la muerte de Esteban y quiere destruir la Iglesia; pero luego se convertirá en el instrumento elegido por Dios para proclamar el Evangelio a las naciones. Con el permiso del sumo sacerdote, Saulo da caza a los cristianos y los captura. Y lo hace pensando en servir a la ley del Señor. Lucas dice que Saulo “respiraba” “amenazas y masacres contra los discípulos del Señor”: en él hay un aliento que huele a muerte, no a vida”.

“El joven Saulo es retratado como un intransigente, es decir, uno que manifiesta intolerancia hacia quien piensa diferente a sí, absolutiza la propia identidad política o religiosa y reduce al otro a potencial enemigo de combatir. En Saulo la religión se transformó en ideología. Sólo después de haber sido transformado por Cristo, enseñará que la verdadera batalla “no es contra la carne y la sangre, sino contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus del mal”. Él nos enseñará que no debemos luchar contra la gente, sino contra el mal que inspira sus acciones. La condición de enojo y conflicto de Saulo invita a todos a preguntarse: ¿cómo vivo mi vida de fe? ¿Salgo para encontrarme con otros o estoy en contra de otros? La fe en Dios que profeso, ¿me hace amigable u hostil hacia los que son diferentes a mí?”. Y esto, añadió, me lleva a preguntarme: “¿Cómo es mi fe religiosa?”.

“Lucas nos dice que, mientras Saulo quiere erradicar a la comunidad cristiana, el Señor está siguiendo su rastro para tocar su corazón y convertirlo a sí mismo. El Resucitado toma la iniciativa y se manifiesta a Saulo en el camino de Damasco, acontecimiento que se narra tres veces en el libro de los Hechos. "A través del binomio ‘luz’ y ‘voz’, típico de las teofanías, el Resucitado aparece a Saulo y le pregunta por su furia: Saulo, Saulo ¿por qué me persigues?. Aquí el Resucitado manifiesta su ser como uno con los que creen en Él: ¡golpear a un miembro de la Iglesia es golpear al mismo Cristo! Incluso los que son ideólogos porque quieren la “pureza” entre comillas de la Iglesia, golpean a Cristo”.

“La voz de Jesús dice a Saulo: “Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que tienes que hacer”. Una vez que se levanta, sin embargo, Saulo no ve nada, y de un hombre fuerte, autoritario e independiente se vuelve débil, necesitado y dependiente de los demás. La luz de Cristo lo deslumbró y lo cegó: “De este modo, aparece también en el exterior lo que era su realidad interior, su ceguera a la verdad, a la luz que es Cristo”. De este “cuerpo a cuerpo” entre Saulo y el Resucitado comienza una transformación que muestra la “Pascua personal” de Saulo, su paso de la muerte a la vida: lo que antes era gloria se convierte en “basura” que hay que rechazar para adquirir la verdadera ganancia que es Cristo y la vida en Él”.

“Saulo recibe el Bautismo y el Bautismo marca para él, como para cada uno de nosotros, el comienzo de una nueva vida, y es acompañado por una nueva mirada sobre Dios, sobre sí mismo y sobre los demás, que de enemigos se hacen hermanos en Cristo. El endurecimiento es vencido, el corazón late con un nuevo amor e inmediatamente el hombre nuevo anuncia a Cristo. El celo del perseguidor endurecido se convierte en el celo del evangelizador compasivo, a través del cual se propaga el fuego del Evangelio de Cristo, suscitando la fe en muchos corazones”.

Por eso el Santo Padre al concluir su catequesis, saludando a los peregrinos de lengua española, invitó a todos a experimentar, como Saulo, “el impacto del amor de Dios en nuestra vida, que transforma nuestro corazón de piedra en un corazón de carne, capaz de acoger los sentimientos de Cristo y hacerlos llegar a los que nos rodean”.