Hay notas que tienen contenidos obvios, esta es una. El debate por un rediseño para el Poder Judicial dejó a la luz un cúmulo de miserias que al paso de los años estuvieron debajo del felpudo del derecho adquirido y la sucesión de crisis, problemas y cuestiones mediáticas que acompañaron al derrotero argentino. 

Miserias, que viene de miserables, mezquinos y autorreferentes. Justicia injusta de privilegios propios de cortesanos británicos.

Quienes defienden sueldos monumentales bajo el amparo de que así se evita caer en la tentación de la corrupción, quienes consideran razonable que el impuesto a las ganancias les pase por los costados o quienes entienden que merecen jubilarse antes y quedar en un espacio de confort, siempre vivieron en un país de maravillas. Bien lejos del país real de este tiempo de pobreza pos macrista.

¿Hay márgenes para castas de élite en Argentina? A simple vista, no. Pero es natural que quienes habitan esos ámbitos reservados para pocos apelen a cuanta herramienta tengan a mano para defender sus conquistas y aspectos de una vida que los ubicó en un plano superior.

Personajes del Poder Judicial defensores de privilegios están acompañados por la franja nacional e impopular que suele ubicarse a la derecha de la pantalla, que integró el esquema del gobierno anterior y formó parte del casi 41 por ciento que aspiró a más Mauricio Macri.

La batalla cultural pendiente en Argentina tiene abiertas diversas puertas.

En juego están las necesidades básicas de buena parte de la población, el reverdecer de valores oxidados y la justicia, pero no la justicia divina, sino la justicia social.