Buen domingo, familia. Cerramos el apasionante tema del Pan de Vida y del centenario oblato. Ha llegado la hora de decidir. El Cuerpo de Jesús es Pan de Vida y su Sangre bebida de salvación. Y esto no se negocia. Las palabras del padre Julio Cura.
Exige una decisión, que definirá la identidad del discípulo. Mientras algunos lo abandonan, diciendo: duro es este lenguaje, Jesús provoca a sus discípulos: ¿ustedes también quieren irse? La respuesta debe ser personal y libre. Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna, responde Pedro, por los once y por todos nosotros los bautizados.
La eucaristía es signo de unidad y comunión con Cristo y entre nosotros. Jesús nos atrae hacia sí, nos lleva al Padre y nos proyecta hacia el prójimo. Comer el Pan de la Palabra y de la Vida, es la fuente vital de la vocación cristiana y del impulso misionero. En la misión, el Espíritu fortalece la voluntad del discípulo para anunciar con audacia lo que ha escuchado y vivido.
Este impulso misionero condujo a los Oblatos a nuestra tierra. Primero evangelizaron a los inmigrantes de la populosa San Roque, que se desmembró en nuevas parroquias y capillas. Por ahí andaban Merlo, León, Félix y otros. De allí partieron hacia Uruguay, el norte argentino y el sur de Brasil, hasta Amazonia. Recuerdo al p. Luis y a Severino caminando las calles de San Roque y luego en santa Rita donde estuvieron Raimondi, Dante, Lino y Brugnoli. Finalmente, la lejana Udaondo, con la Escuela apostólica y la parroquia de Lourdes con sus numerosos barrios y villas donde misionaron los pp. David, Nicolás y varios más.
Jesús nos desafía hoy a dar testimonio de su amor misericordioso en nuestros lugares de misión y de pertenencia, acompañando con una cercanía generosa y solidaria a cuantos nos pidan razones de nuestra esperanza. Que Él nos guíe y bendiga. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.