“Nos acercamos a los pueblos amazónicos en puntas de pie, respetando su historia, sus culturas, su estilo de vida, con corazón cristiano para comprenderla e interpretarla”, dijo el papa Francisco durante su discurso de apertura del Sínodo de los Obispos para la Región Panamazónica, sobre el tema: Amazonía, nuevos caminos para la Iglesia y para la ecología integral.

Francisco sostuvo que cada pueblo tiene “entidad propia” y presente en 9 países que componen la Panamazonía y alrededor de tres millones de indígenas viven allí, representando alrededor de 390 pueblos y nacionalidades distintos.

Sobre el Sínodo para la Amazonía, el pontífice explicó que “tiene cuatro dimensiones: la dimensión pastoral, la dimensión cultural, la dimensión social y la dimensión ecológica. La primera, la dimensión pastoral es la esencial, que incluye todo”, dijo dirigiéndose a los 185 padres sinodales, inmediatamente después de la oración que abrió la primera reunión de la asamblea especial del Sínodo para la Amazonía.

Francisco enfatizó repetidamente que el Espíritu Santo, es el “actor principal” que “nos lleva al anuncio de Jesucristo, y que dirigirá la obra del Sínodo”.

“No vinimos aquí para inventar programas de desarrollo social o preservación de culturas, de tipo museo o de acciones pastorales con el mismo estilo no contemplativo con el que se realizan las acciones del signo opuesto: deforestación, estandarización, explotación”.

“Llegamos acá a contemplar, a comprender, a servir a los pueblos; y lo hacemos por un camino sinodal, lo hacemos en el sínodo, no en las mesas redondas, no en las conferencias o en las discusiones posteriores; lo hacemos en el sínodo, porque un sínodo no es un parlamento, no es un centro de llamadas, no muestra quién tiene más poder sobre los medios y quién tiene más poder entre las redes para imponer cualquier idea o plan”.
En el sínodo se camina juntos bajo la inspiración y guía del Espíritu Santo. El Espíritu Santo es el actor principal del sínodo”.

Estar en el sínodo, concluyó, significa entrar “en un proceso” que no significa ocupar un “espacio” en la sala sino estar envuelto, como los niños, en el “calor” de la comunidad y de la Iglesia Madre, cuidando el aspecto fraterno, la intimidad, usando delicadeza y prudencia también en la comunicación externa, para evitar cualquier malentendido.