Domingo 18-B - Evangelio: san Juan 6,24-35
Buen domingo, familia. Retomamos el tema del pan en san Juan, que continua así: Cuando la multitud se dio cuenta de que Jesús y sus discípulos no estaban allí, subieron a las barcas y fueron a buscarlo. Al encontrarlo, le preguntaron: Maestro, ¿cuándo llegaste? Jesús les respondió: Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque comieron pan hasta saciarse. Jesús se había marchado porque vio que la multitud, admirada por el prodigio de los panes, quería hacerlo rey. Jesús escapa al manejo político del milagro y no busca réditos por su gesto: no es rey sólo de estómagos llenos, sino de la totalidad de la persona destinada a la plenitud de la Vida.
El pan de cada día que pedimos en el Padre nuestro, no se agota con el que sacia el estómago, sino apunta al Pan de la Palabra y el Pan de Vida para la humanidad que es Jesús mismo. En efecto, continúa diciendo: Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre. El trabajo es la fe, es creerle a Jesús, vivir según los criterios del evangelio. Aceptar la novedad del Reino, sin mirar hacia atrás como los israelitas nostálgicos del maná recibido en el desierto, sino siguiendo a Jesús que les dice: no es Moisés el que les dio el pan del cielo; sino el pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida al mundo.
Pero como seguían sin entenderlo, Jesús insiste: Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará nunca sed. Ya no estamos sujetos a la antigua Ley, sino a la Ley de la gracia, de la misericordia del amor hecho Persona. En el encuentro con Jesús nos alimentamos, por así decirlo, del Dios vivo, comemos realmente el pan del cielo. Le pedimos al Padre bueno que nos dé el pan de cada día para el sustento cotidiano, y el Pan que nos da la vida eterna. Amén.