Los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 (25 de julio al 9 de agosto) tuvieron magia, una magia sustentada en organización, calidez, infraestructura, belleza, nivel deportivo y tecnología.

Se puede afirmar sin titubear que resultan inolvidables para todo testigo de la cita, por caso este periodista. Pero no se trata de ir por la senda de la melancolía o el revisionismo, sino de referir al menos a uno de los aspectos galácticos de entonces: Para los argentinos fue la primera experiencia concreta frente una computadora que te permitía intercambiar mensajes con otros, tan solo tecleando y dando enter. Una cosa de locos.

Una semana antes del comienzo formal de los Juegos, este escriba se sentó frente a una pantalla en el centro de prensa ubicado en el recinto ferial de Montjuïc (montaña de Barcelona con una altura de 173 metros sobre el nivel del mar, que alberga un barrio homónimo en el distrito de Sants-Montjuic) y vio la luz. No la luz del famoso fondo del túnel, sino una que iluminó su vida profesional: Paría su primer correo electrónico.

La computadora tenía el listado de toda persona acreditada en la competencia y se podía elegir a cualquiera para enviarle un mensaje por ese misterioso mecanismo. El primer elegido fue el rey de España, Juan Carlos ¿Qué menos? Para pedir hay que pedir en grande, pensó el periodista que trabajaba para la agencia Noticias Argentinas: “Buenas tardes, mis deseos de éxito para estos juegos”, fue la escueta frase ¡Y el rey (o algún lacayo autorizado) respondió! con un “muchas gracias”.

Entre curioso, ambicioso y buscador de límites, el joven aún sorprendido fue por respuestas del presidente del Comité Olímpico Internacional,  Juan Antonio Samaranch, y una serie de principales figuras internacionales. Pues Samaranch respondió y las figuras, natural, ya estarían pensando en sus respectivas competencias (forzó en conformarse el periodista).

Casi 10 mil atletas y 12 mil periodistas para estos primeros Juegos sin boicots de ningún tipo desde 1972; con el regreso de Sudáfrica luego de 7 períodos de ausencia por el despreciable aparheid; un “equipo unificado” de estados pos soviéticos tras la disolución de la URSS y el destellante debut del Dream Team estadounidense, el equipo de básquetbol de los sueños. Todos cuidados por 35 mil voluntarios de lujo.

El derroche de talento cultural de Joan Miró te acariciaba en cada rincón olímpico (Barcelona toda, reconvertida para los Juegos en una ciudad de encanto). La prodigiosa voz de Freddie Mercury retumbó en la ceremonia inaugural: El hombre de Queen había compuesto en 1987 el tema Barcelona, el que te pone la piel de gallina, en honor a la cantante Monserrat Caballé, pero falleció en 1991 y su presencia resultó virtual.

El periodismo en ocasiones te otorga privilegios como poder asistir al movilizador mundo del Cobi (perro pastor catalán diseñado como mascota), vibrar con la canción elegida como himno: “Amigos para siempre” y escribir por primer vez en la vida un correo electrónico. Una maravilla.