Después de lo que fue la movilización del 24 de agosto, en el equipo presidencial se ilusionaron con sumar adhesiones y, al menos, llegar a la segunda vuelta en noviembre.

Para ello, Macri necesitaría que Alberto Fernández pierda cinco por ciento de votos y él sumar la misma cantidad. Sin embargo, la ecuación con la que sueñan en Balcarce 50 se muestra como una utopia.

Por caso, el estudio realizado por la encuestadora que conduce Pablo Romá arroja que el candidato a presidente de Todos se encamina a alcanzar el 54%, la cifra que logró su compañera de fórmula, Cristina Fernández, en 2011. En definitiva, si las elecciones fueran este fin de semana, el 52,9 por ciento acompañaría a Fernández. Mientras que el 33,8 por ciento optaría por el binomio Mauricio Macri – Miguel Pichetto.

En ese sentido, el oficialismo solamente cosecha la adhesión del nucleo duro de votantes, sector que busca consolidar de cara a convertirse en oposición después de diciembre. Por ello, a la par que desde la Nación sostienen que se prioriza la búsqueda de estabilidad financiera, desde las primeras líneas se apuesta a confrontar con el sector opositor.

Hay que señalar que Marcos Peña, Miguel Angel Pichetto y Elisa Carrió fueron los principales oradores de Juntos por el Cambio a la hora de radicalizar la confrontación. Los discursos fueron desde asegurar la presencia de servicios de inteligencia rusos, el ya famoso “vamos a ser Venezuela”, y hasta acusaciones de “marxistas” a algunos integrantes del Frente de Todos.

Ante dicho escenario, Pablo Romá, director de la consultora Circuitos que arroja una victoria por casi 20 puntos para Alberto Fernández, criticó la lectura del oficialismo en materia electoral. “El concepto de Venezuela le permite trabajar sobre la antinomia de todo lo que ellos no quieren ser. El gobierno tiene un problema entre la construcción de su discurso que se mantiene lineal desde 2015 hasta acá y la realidad que cambió significativamente con una responsabilidad que su discurso no logra captar”, detalló a este medio.

“Cuando dice nos equivocamos, no deja de salir de su posición. Es un problema de lectura de la realidad”, cerró el especialista.