Ser jubilado, es una condena. Y encima vivir un viernes negro como este, para cobrar unos pocos pesos y no morirse de hambre, es otro estigma.

Pero soportar que el propio Estado, por la imprudencia tal vez de un grupo de funcionarios, dilapide todos los esfuerzos de una cuarentena, poniendo en riesgo y empujando a la calle a la mayor población de riesgo, es bochornoso. Y ahora la primer pregunta que surge en boca de todos es: ¿ quién pagará el costo social si dentro de 10 o 15 días se desata un efecto cascada de la pandemia?.

La segunda es cómo de acuerdo a datos del INDEC, que dan cuenta que más del 82% de los abuelos se manejan con efectivo, inexplicablemente no se aplicó el sentido común para diagramar ordenadamente la operatoria y evitar que todo termine en un calvario.

El ex presidente Eduardo Duhalde, viejo timonel de crisis lo primero que olfateó es que "no cuidan al Presidente los que arman estas colas en los bancos descuidando a los jubilados. Hay gente del equipo de Alberto que no maneja las cosas bien, lo de los bancos de hoy es un desastre", manifestó Duhalde quien remarcó que "esto se pudo haber evitado".

Los nombres de los presuntos responsables que Duhalde no dio, se encargó de ponerlos en foco el Defensor de la Tercera Edad, Eugenio Semino, quien inmediatamente salió por todos los medios a pedir la renuncia del titular de la Anses por el descontrol en los bancos. Semino apuntó a Alejandro Vanoli y también al secretario de Seguridad Social, Luis Bulit Goñi por el viacrucis que debieron soportar desde la madrugada, miles de jubilados, muchos de los cuales se descompensaron.Alberto Fernández al tomar conocimiento de lo que acontecía, se enfureció con el Banco Central, la ANSES y el sindicato bancario por la atención a los jubilados.

El Presidente también demostró su bronca por las colas  y exigió una respuesta urgente para evitar que el cobro de las jubilaciones y los subsidios de emergencia multiplique la pandemia del coronavirus. Ojalá que no sea tarde, pero lo que nadie duda  es que van a rodar cabezas, por lo menos para atenuar la bronca ciudadana.

También hay que decir que falló la comunicación de quienes debieron haber puesto en marcha una fuerte campaña publicitaria esclarecedora en los medios para ordenar a los jubilados y evitar las aglomeraciones que nos dejaron con la pera temblando.

Lo que todos observamos por televisión fue la más desgarradora postal del ensañamiento de un sistema con nuestros adultos mayores, a los que no se puede culpar por el no uso de la tecnología, porque a esta altura tienen sus costumbres encarnadas de cobrar sus pobres haberes en la ventanilla  de un banco.

En medio del descontrol de uno de los viernes más oscuros de la historia de este país, en un banco de Mendoza se llegó al colmo de que “alquilaban” bebés para evitar las colas. Gente de mierda, que los hay a paladas. Todo mal. Todo lamentable y como víctimas, los más frágiles  de la sociedad, nuestros jubilados a los que deberíamos honrar acercándoles todas las comodidades y beneficios.

También nos preguntamos en medio de la indignación generalizada, dónde se paró en este escenario el Banco Central :¿Las entidades financieras no tendrían que estar entre las actividades esenciales en un país con tan baja bancarización?. Las colas del fin de la semana pasada y las de hoy, con miles de personas agolpadas en las veredas y exponiéndose al contagio de cercanía, parecen demostrar que sí; que el esquema de bancos que ahora reabren, y que van a hacerlo incluso el fin de semana, tendría que haberse contemplado mucho antes.

Correr ahora a abrir las ventanillas es una medida necesaria, aunque tardía. El daño, esperemos que no lo haya, y si está hecho, es rogar es que Dios sea jubilado y se apiade de nuestros viejos. Pero desgraciadamente no hay que esperar demasiado para saber el impacto que va a tener semejante marea de gente, ya que el tiempo de incubación del virus es entre 2 y 14 días.

En el conurbano, además, el combo es explosivo. Hay pocos cajeros para la densidad de población que hay, comercios minoristas que sólo cobran en efectivo (a pesar de que es obligatorio aceptar débito) e informalidad de ingresos.

El jubilado/beneficiario de AUH que completa su ingreso con una changa, hoy no la tiene. Fue a buscar la plata para comer y literalmente le pegaron un cachetazo.

Seguramente hoy, en algún rincón de la ciudad algún nieto que miraba televisión se le habrá escapado una lágrima y una pregunta: ¿mamá, por qué tratan tan mal a los abuelos'.

*Jorge Joury es licenciado en Ciencias de la Información, graduado en la UNLP y analista político. Para consultar su blogs, dirigirse al sitio: Jorge Joury De Tapas.