Entre quienes transitan cotidianamente los pasillos del poder, es moneda corriente afirmar queen política la amistad no existe. Que todo es un juego de simulaciones, de falsas sonrisas, de cuchillos bajo el poncho, de traiciones.

Que la lealtad, el cariño, la confianza, la calidez que son la marca de fábrica de las verdaderas amistades brillan por su ausencia en cuanto aparecen los intereses, las ambiciones y los egos desmesurados que son moneda corriente en la política.

Ciertamente, quienes asisten hoy a la danza macabra que es la campaña presidencial argentina pueden encontrar mil ejemplos de esta creencia.

Yo, sin embargo, vengo a contradecirlos. Yo tengo amigos que hice en la política a los que quiero entrañablemente. Uno de ellos es Lula. Mi amigo Lula.

El que dejó de ser Presidente de Brasil con el 80% de aprobación a su gestión.

El que era el candidato favorito en las últimas elecciones a presidente.

El que no pudo participar en las elecciones y hoy está preso, condenado por el inexplicable delito de ser dueño de un departamento del que no existe una sola prueba de que haya sido dueño.

Mi amigo Lula.

Fuente: Diario Popular