La propia esencia del gobierno y su inoperancia, claramente expusieron a una amplia (demasiado amplia) franja de la población a padecimientos, sufrimientos y malos momentos. Culpar de falencias y/o miserias propias a la oposición ganadora en las últimas PASO resulta desde un plano extraño, desde otro entendible y desde un tercero patético.

Resulta que Alberto Fernández se convirtió en el poder sobre el poder por haberle dado una paliza electoral a Mauricio Macri. Múltiples consultas internacionales hechas por este periodista arrojan un mismo resultado: El “mundo” es práctico y detecta con rapidez dónde está el futuro y dónde el pasado. Pero esto no exime de responsabilidad plena a quien ejerce la máxima jerarquía del Estado. En todo caso, lo obliga a estar a la altura de las circunstancias.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) amaga con demorar un importante desembolso, el dólar navega en aguas de los 60 pesos, los precios en la calle se mueven alocados y, por añadidura, domina la incertidumbre. Y todo por culpa de Alberto Fernández, por el hecho de haber levantado una ceja o haber dicho una frase equis. Qué curiosa manera de lavarse las manos o qué estrategia sinuosa, en todo caso.

Que Macri no esperaba un sopapo de tamaña magnitud en las PASO, quedó en evidencia. Que Macri reaccionara con torpeza cuando mandó a dormir a la población sin que se conocieran datos oficiales de los comicios, mostró un costado oscuro que venía siendo maquillado y protegido por el periodismo militante PRO. Ahora, que Macri en estado de nocaut saliese a revolear medidas y habilitase a Elisa Carrió y Miguel Angel Pichetto para que saliesen a morder, lo dejó al desnudo ante la población.

Tirotear al candidato del Frente de Todos por medio de las espadas que le quedaron en pie o bien por los periodistas que eligieron violentar la profesión y sacar provecho personal, bien puede leerse como una estrategia incluso superadora a las del talibán de la comunicación política Jaime Durán Barba.

La apuesta tiene toda la pinta de querer acariciar a su electorado y en una de esas “despertar” a una cantidad de ciudadanos que no votaron oficialismo, como diciendo: “Se nos viene todo encima porque el mundo civilizado rechaza al populismo y es este populismo el que opera que apurar la crisis y aparecer como el salvador de la patria”.

Hasta en grupos de Whatsapp se trafican frases, reflexiones y sugerencias en torno de que “se vea qué le espera a la Argentina con Fernández – (Cristina) Fernández en el gobierno”.

No importa el multimillonario endeudamiento externo, la fuga fenomenal de capitales, la opción elegida del FMI, la tonelada de promesas incumplidas, la inflación (que era fácil de controlar) desmadrada, los precios y las tarifas asfixiantes, el crecimiento exponencial de la pobreza, la falta de empleo por el cierre de empresas y más. Alberto Fernández no tenía derecho a ganar como ganó, a decir lo que piensa, a callar lo que no quiere decir y a esperar su turno. Es culpable.

Alejandro Delgado Morales.